15/05/2019

“Agua con Sabor a Vino”

Hace algún tiempo (29/9/2017), Álvaro Delgado Gal escribía en el dominical de ABC lo siguiente (resumen):

Álvaro Delgado-Gal

En la antigua Roma se comentaba que en la isla griega de Andros había una fuente que manaba agua con sabor a vino en las “nonas de enero” (las nonas indicaban el primer cuarto de luna y se correspondían con el quinto día de varios meses)

Este fenómeno era totalmente falso pero la población romana lo creía totalmente cierto.

¿Cuál era la explicación? Sencillo: lo afirmaba un hombre de prestigio en Roma: Plinio el Viejo. Así pues, era suficiente la afirmación de alguien con prestigio para que la población la creyera cierta. En la actualidad nos encontramos con la misma forma de dar crédito a cualquier cosa:

Lo ha dicho el Neurólogo…

Lo dice el Prof. Nimeacuerdo (catedrático de CienciaF)

Lo ha publicado la Revista “Actualidad Médica”

Lo escuché en una Conferencia que impartió Josef Katilina Aspargus en el Congreso Internacional de Kanta-Mañanas.

Pero sigamos. ¿En base a qué hizo Heródoto esa afirmación? ¿Lo comprobó personalmente? No. Se lo escuchó decir a Muciano (tres veces Cónsul, el más alto cargo político); sin embargo nunca explicó que lo había oído al Cónsul. Se atribuyó la autoridad para mantener esa afirmación. ¿Fue el Cónsul a la isla de Andros y comprobó el hecho? Tampoco.

Bien. Nadie aportó prueba alguna de que era cierto el fenómeno de que una fuente de Andros manara agua con sabor a vino los días 5 de cada mes de enero.

Y ahora bien, ¿se podía comprobar tal hecho? De ninguna manera. La población no podía aprovechar ningún fin de semana, puente o vacaciones para visitar la isla de Andros y confirmar o desmentir tal fenómeno. En esa época solo las autoridades podían financiar tal viaje a alguna persona de confianza. Y no lo hicieron.

¿Qué aplicación tiene este historia? Sencillo: a diario se bombardea a los profesionales de la Psicología y a la población con noticias sobre nuevos instrumentos de evaluación, de diagnóstico (en su caso), técnicas y métodos de ayuda psicológica, educativa, etc. Se hacen públicos en revistas científicas (esto es lo más vergonzoso) artículos que aseguran haber conseguido determinados resultados con técnicas o instrumentos. Sin embargo, la mayoría de las personas destinatarias de estas “noticias, avances, inventos o descubrimientos” no tienen la capacidad suficiente como para analizar los artículos científicos (que lo son porque dicen serlo, no porque tengan naturaleza científica) que se publican y difunden.

Un ejemplo lo constituyen estudios que llegan a conclusiones (lo único que se difunde) a partir de unos diseños metodológicos inaceptables y unos análisis estadísticos absurdos en algunos casos, erróneos en otros y falseados vergonzosamente, en bastantes.

Durante un tiempo se alardea públicamente de unos logros con ciertos instrumentos o técnicas, se defienden con estrategias de márketing (especialmente si detrás de esos instumentos y métodos hay empresas editoriales, de software, de ingeniería o de formación).

Los nuevos instrumentos de diagnóstico o evaluación, los equipos de software, de ingeniería o los libros u otras publicaciones se venderán cual aceite de serpiente (con “ganchos” que defenderán sus resultados en sus clínicas, colegios o Centros de psicología). Muchas personas solicitarán los nuevos instrumentos o las nuevas técnicas que inundan los programas de tv. Muchos profesionales comprarán libros, test, materiales de software y, para resolver la disonancia cognitiva que les puede provocar la frustración de no obtener los resultados esperados, tratarán de mantener una y otra vez que “hay una fuente que mana agua con sabor a vino”.

Unos años más tarde, tras estudios más rigurosos y honestos, se concluirá que tales resultados no eran ciertos. Que, si bien, se obtuvieron algunas mejoras (¿efecto placebo del aceite?) no se puede admitir que realmente sean métodos o instrumentos mejores que otros o, simplemente, adecuados.

Pero entonces será tarde para los destinatarios de esos “aceites”.

Los profesionales más honestos y rigurosos reclaman alguna entidad o institución independiente de intereses económicos o universitarios que pueda velar por la calidad de los productos ofertados.

Alguna entidad que valore test psicométricos y, establecidos unos estándares adecuados, emita un juicio valorativo honesto y sincero sobre los instrumentos tradicionales (en su mayor parte tan obsoletos como los coches de más de 30 años) y sobre los nuevos.

Alguna entidad que valore el fundamento y la metodología de las nuevas “técnicas psicológicas” y emita un informe riguroso sobre las posibilidades de su aplicación con vistas a mejorar resultados de otras técnicas ya conocidas o, simplemente, que se manifieste como una opción alternativa a procedimientos tradicionales, con los mismos o análogos resultados.

Pero no es así. Ninguna Universidad ha puesto a disposición de los estudiantes una Guía de Instrumentos de Evaluación válidos, fiables y bien tipificados, ni cualquier otra Guía de Técnicas y Métodos válidos y eficaces para diversos tipos de intervenciones psicológicas.

Tanto la Universidad como el Consejo Estatal de la Psicología mantienen estrechos vínculos con determinadas empresas editoriales o comercializadoras de estos productos, algo que hacen público sin el menor pudor (véase los integrantes de la Comisión de Test, los vínculos de estas empresas con la PsicoFundación, ambas controladas por el Consejo de la Psicología)

Algunos ejemplos de lo comentado (“no vamos a pisarnos los pies ¿verdad?“)

Compruébese también cómo en las Facultades de Psicología solamente se enseñan y se ponen a disposición de los estudiantes materiales de las mismas empresas.

Finalmente, es de conocimiento de todos los estudiantes y graduados en Psicología la ausencia absoluta, por parte del profesorado, de críticas técnicas a instrumentos y métodos obsoletos, ineficaces y, en algunos casos hasta perjudiciales para la población a la que se les destina. Profesores que omiten tales críticas, pero que asumen en privado como ciertas, por temor a sufrir algún tipo de “represalias” por las entidades afectadas.

Véase el patrocinio tradicional de Congresos y Actividades del Consejo Estatal de la Psicología y de las Universidades, por determinadas empresas editoras o comercializadoras de test, de software o de ingeniería.

http://www.cnp2019.es/patrocinadores